miércoles, 5 de junio de 2013

¿Hasta dónde vamos a llegar?

     Son tiempos difíciles para los soñadores. Y para todos los demás también. Estamos hartos de oír que las cosas ya no pueden ir peor. La prima de riesgo no para de subir. Los políticos se esfuerzan por meternos en la cabeza que pronto vamos a conseguir salir de todo esto, y mientras tanto, la población está convencida de que queda un largo camino todavía. No hay ilusión, no hay esperanza, Sólo lo visiones pesimistas sobre el presente y el futuro.
     Pero si miramos a nuestro alrededor, poco queda de la prosperidad de la España que conocíamos. Cada vez hay más gente sin trabajo, cada vez hay más gente sin hogar y cada vez hay más gente sin qué llevarse a la boca.
     Mientras tanto, Mariano Rajoy vive en la nubes, y no pisa la realidad. Parece que nos mantienen engañados. Desde que fue elegido presidente, las cosas tampoco parecen mejorar. Los viajes por el extranjero son para él un juego de niños. Los españoles, nosotros, parece mentira que lleguemos a preocuparle. Al Wall Street Journal le comenta que la situación de españa es fascinante. No se le ocurre otro adjetivo. No habla ni de preocupante ni de difícil, alarmante... como sería de esperar en momentos como estos, en los que las imágenes que recorren el mundo sobre España han sido unas semejantes a la Guerra Civil, en los que los protagonistas son unos manifestantes hartos ya de las mentiras y constantes recortes del gobierno y de una policía desmadrada que pega brutalmente, a diestro y siniestro, recordando a aquellos momentos en la memoria de muchos.
     Y la pregunta es a veces obligada: ¿a dónde vamos a ir a parar? Porque vivimos, tanto en este país como en muchos otros, por no decir en todos, unos momentos en que tantas familias se ven deshauciadas de sus hogares al no poder seguir pagando las hipotecas tan alegremente ofrecidas por las entidades bancarias en tiempos felices, a lo que suelen llamar la burbuja inmobiliaria. Y ésta, como todas las burbujas hacen tarde o temprano, acaba estallando.
     Momentos en los que los funcionarios, en sus distintas modalidades, ya no pueden seguir aguantando tantos recortes de sus salarios ni tanta infamia entre ellos. Porque todo afecta esencialmente al país y a sus gentes.
     Momentos en los que los pensionistas están a la espera de las migajas de una miserable e hipotética pensión preocupándose por seguir ayudando a unos hijos que han tenido que regresar al hogar paterno por estar sin trabajo y sin dinero. Y es que tampoco es necesario saber mucho ni de economía ni de política para entenderlo, basta con fijarse en lo que está sucediendo. Quizás nos lo intenten esconder con palabras complejas y con promesas que se acaban olvidando.
     Momentos en los que los parados de larga duración están igualmente aguardando los 400 euros, que nunca se sabe cuándo los recortarán también, para echarse algo a la boca. Momentos tan trágicos para el paro sin compasión. Momentos en los que los comedores sociales no pueden dar ya abasto. Momentos en que este Gobierno ha vulnerado prácticamente todos los artículos de la Constitución, y tal vez de los Derechos Humanos. Podemos recurrir a la ética, a la moral, a la fe de la religión o simplemente al sentido común para darnos cuenta de que todo esto no es justo.
     Momentos en que se han evidenciado ante la ciudadanía las mentiras del Gobierno y del partido que lo sustenta. Pero para la clase política no hay crisis. Ésta sólo existe para el pueblo, para aquellos que trabajan y tributan honradamente. Tampoco hay crisis para las grandes fortunas, ni para los defraudadores. No podemos, pues, extrañarnos del rechazo del ciudadano tanto a la política como de los políticos. Y es que, efectivamente, los de abajo roban, pero los de arriba lo hacen aún más.
     Momentos en los que el mundo entero también se resiente.
     Todo esto nos demuestra que hay cosas que no nos pueden quitar: las ganas de vivir y de luchar por lo que es nuestro. De momento  nos queda la calle, que es nuestra, es de todos. Hace tiempo que dejó de haber dictadores, pero hay veces que parece que vivimos en dictaduras. Nos queda algo que es más importante todavía: la palabra. Nuestra libertad de expresión, para exigir nuestros derechos, para rechazar, si es necesario, a un gobierno instalado en el poder gracias a la mentira. Sólo a través de nuestra lucha, que es la de todos, estimados lectores, conseguiremos que nuestra dignidad se mantenga intacta, y ello conlleva a recuperar lo que es nuestro. De mantenernos quietos, callados y aceptanto lo que nos impongan, estaremos perdidos.

"Pero nos queda algo que es más importante todavía: la palabra. Nuestra libertad de expresión, para exigir nuestros derechos, para rechazar a un gobierno instalado en el poder gracias a la mentira."

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